La segunda misión es un poco más delicada, pero de mucho placer. “Tener un hijo” pero que cosa mas fácil en la vida, solo es encontrar una pareja idónea ponerse de acuerdo y darle gozo al cuerpo. ¿Sencillo no? Bueno la manufactura es todo un gusto, pero cuando vemos el resultado de esa misión cumplida, ahí es donde comienza a valorarse nuestra misión, de tal forma que cambia nuestra forma cómoda y divertida por una responsabilidad absoluta, aprendemos a medio dormir, a levantarnos a cualquier hora cuando el pequeño llora, a despegar el chicle de los pantalones cuando lo deposito en tu sillón favorito, a ver caricaturas por las tardes en vez de nuestro amado fútbol, esperar a que se duerma el pequeño para hacer las travesuras que tanto te gustaban y que pasaron a segundo plano, pero lo mas trágico de todo es cuando convives con un adolescente (puberto) que te ha tomado la medida, es entonces cuando mas aprecias que esa misión fue todo un reto.
Pero si esto no fuera suficiente, nos faltaría nuestra tercera misión. “Escribir un libro” caray, que frase mas poética, glamorosa y profunda para aquellos que nos gustan las letras en sus diversas manifestaciones.
Escribir un libro, es como la prolongación de nuestra vida, es pasar del anonimato a la fama, soñar despierto en nuestros mundos imaginarios, son los cócteles, los viajes a otros países, el conocer gente importante, tener la posibilidad de amasar una fortuna. ¿Pero serán ciertas tales cosas? No dudo que haya seres súper dotados que la primera vez que escriben algo, como un cuento, o una novela, de inmediato les sonría el triunfo. De hecho no conozco en lo personal a ninguno.
El ser escritor requiere de dedicación, de tiempo, disciplina, técnica, pero sobre todo talento. La musa no es esa diosa vestida de velos que llega y sopla a tu espalda. Es por eso que muchos nos quedamos en esa tercera misión de escribir un libro
Javier Fransoni |